Chris Froome (Team Sky)

Chris Froome fue el ganador del Tour de Francia y aunque no se vio al ciclista dominante de otras ediciones, hizo lo suficiente para ganar su cuarta camiseta amarilla.

Pero aunque él lo haga ver fácil, el ciclista británico paso momentos de angustia que pasaron desapercibidos al resto de ciclistas y que por su capacidad lo pudo disimular muy bien.

En una entrevista dada al diario The Sunday Time, Froome hablo sobre los momentos de sufrimiento extremo que paso en la etapa 12 del Tour de Francia. En esa jornada Froome perdió la camiseta de líder con Fabio Aru, pero las consecuencias podrían haber sido estrepitosas si no fuera sabido disimular el mal rato que estaba pasando.

“Fue una decepción que podría fácilmente haber sido una catástrofe”, dice Fromme. En retrospectiva, fue un buen día.

La etapa 12 del Tour era una jornada larga, con 214 kilómetros, 45 kilómetros de escalada. El Team Sky sabía que podría hacer de esta etapa un día brutal y eso era lo que estaba previsto. Alberto Contador, Nairo Quintana y Jakob Fuglsang habían perdido tiempo en la primera semana y el Sky quería dejarlos definitivamente fuera de la contienda. Por más de 200 km el plan funcionó perfectamente.

En el Col de Menté, el Port de Bales y el Col de Peyresourde, el Team Sky fue una aplanadora que tiraba de un pelotón que cada vez se reducía más. Vasil Kiryienka, Sergio Henao, Michal Kwiatkowski, Mikel Nieve y Mikel Landa tomaron sus turnos al frente, cada pedalazo conducía a una nueva inyección de ritmo. Froome sentía que sus piernas estaban perfectas y eso le encantó.

“Sentía que el ritmo era excelente y por la radio los animaba a ellos, ‘Están haciendo un gran trabajo. Este grupo de cabeza es cada vez mucho más pequeño. Siguán así.‘ Estaban haciendo mucho daño y me sentí muy bien“.

Ese día fue Kwiatkowski el tercer gregario que le quedaba a Froome en la subida y mantenía un ritmo increíble a 4 km de la cima de la Col de Peyresourde, a falta de 7 km de la meta, en ese momento las luces se apagaron para el líder del Sky.

“Se sentía como si un interruptor fuera sido apagado,” dice Froome. “Pase de sentirme muy bien, a de repente estar vacío. Me sentía mareado y débil, muy débil en las piernas. Cada golpe de pedal era un sufrimiento”.

El Peyresourde es despiadado, casi 10 kilómetros con un gradiente de 7,7%. Froome sabía que si alguien atacaba antes de llegar a la cima no podría responder. Perdería minutos, dos, quizá tres, y su Tour probablemente habría terminado. En la radio habló con Mikel Nieve, quien estaba en el frente del pelotón, y le dijo que bajara el ritmo.

«Siempre recordaré la mirada que Mikel Nieve, se podía leer lo que pasaba en su mente ¿Dijiste que fuera más despacio? Mantuvimos un alto ritmo todo el día y luego yo estaba pidiendo que bajaran la velocidad, eso impacto bastante a Nieve. Una vez que te quedas sin combustible no hay nada que puedas hacer para recuperarte.”

Un ataque hubiera acabado con las expectativas de Froome

«Traté de mostrar que estaba bien cuando en realidad yo estaba pasándolo terrible en los últimos kilómetros del Peyresourde. Si nos fijamos en las imágenes, se puede ver que estaba un poco incómodo. Estaba mirando los rostros de cada uno de mis rivales, tratando de leerlos. Estaban pensando, ‘Chris está tratando de leerme porque quiere atacar, está listo para hacerlo».

«Cuando llegamos al último kilómetro del Peyresourde, me salí de la rueda de Mikel Landa, fui a un lado, miré hacia atrás, dando la impresión de que tenía mucha energía. Si alguien hubiese atacado, no fuera podido ir tras ellos, sólo me metí en modo contrarreloj para llegar al final lo más eficientemente posible».

En una carrera, sobretodo en una Gran Vuelta como el Tour de Francia, la victoria final no se puede conseguir en un día, sin embargo, es fácil perderlo en una jornada. Sólo se dieron cuenta de que Froome había desaparecido en los últimos 200 metros de las empinadas rampas del Peyragudes. George Bennett atacó primero, luego Fabio Aru, y aunque Froome trató de contrarrestar, estaba desperdiciando la poca energía que tenía. Después fue Aru, Romain Bardet y luego Rigoberto Urán.

Sentarse en una mesa de póquer con altas apuestas sin nada en la mano es difícil, pero eso es lo que Froome había hecho y él había logrado encontrar una forma de permanecer en la disputa del título.

Él sabía que había sucedido, aunque para la gran mayoría paso desapercibido. Los periodistas se enfocaron en actuación de Mikel Landa al dejar abandonado a su líder, caso similar sucedido en 2012 cuando Froome dejaba en evidencia a Wiggins.

«No había ninguna duda en mi mente acerca de lo que pasó. Las piernas se sentían bien, las fuerzas estaban allí, pero tuve un problema de abastecimiento de combustible. Mi error no fue ese día, sino en la acumulación de las etapas anteriores. Habíamos hecho dos etapas planas antes de Peyragudes y había comido menos de lo que debía. Eso tuvo un efecto de golpe a pesar de que ese día de montaña si me había alimentado bien. Aprendes lecciones en cada Tour y eso fue importante para mí. De Peyragudes a París no dejé de comer y terminé pesando casi 1,5 kg más de lo que había estado al principio de la carrera”.

Que fuera pasado si alguien se fuera dado cuenta de lo mal que lo estaba pasando Froome? Eso nunca lo podremos saber! Pero lo que si no queda duda es que el ciclismo cada día toma más relevancia el aspecto psicológico y como una simple muestra de dolor puede acabar con la preparación de todo un año.

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